Gary Kasparov era todavía un niño cuando Mijaíl Botvínik (1911-1995), el patriarca del ajedrez soviético, vio en él a un futuro campeón y a un revolucionario, y lo acogió como alumno favorito en su escuela especial para grandes talentos. Por muy clarividente que fuera Botvínnik, no podía imaginar que aquel inquieto mozo azerbaiyano diseccionaría 30 años después las partidas de todos los campeones del mundo con una profundidad ejemplar e inaudita. En este segundo tomo, Kaspárov analiza el estilo científico que definió a su querido profesor, la armonía casi poética de Vasili Smyslov, la mente volcánica en permanente erupción de Mijaíl Tal y la coherencia y disciplina mental del único campeón no nacido en la URSS (o Rusia) de quienes reinaron entre 1927 y 1972, el holandés Max Euwe. La obra se completa con un tributo a la justicia: Paul Keres, David Bronstein y Efim Géller fueron campeones sin corona, no alcanzaron el trono por mala suerte o por no haber nacido unos años antes o después, y es justo que figuren en esta galería de reyes diseccionados, cuyos rostros pueden observarse en 64 páginas (¡una por cada casilla del tablero!) dedicadas a fotos. Sostiene Kaspárov que cada campeón tiende a fosilizarse, a dormirse un poco en sus laureles tras el periodo de máxima creatividad. Pero él nos muestra ahora el néctar de cada uno de los genios, que él mismo libó para convertirse en el mejor jugador de la historia? hasta que otro genio haga lo mismo con sus mejores partidas.
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